Existe un adagio popular que nos trata de enseñar que “La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino, un prestamos de nuestros hijos”, pero nosotros, los seres humanos, hemos sido reacios de aprender esta materia.
Hoy es muy común hablar que somos un país desarrollado, categoría que nos llevo a ingresar al círculo de los países más ricos del mundo, pero aquí es donde surge la pregunta del millón, ¿Qué precio se ha pagado, pagaremos por aparentar ser un país desarrollado?
La que ha tenido que pagar el precio más alto, sin duda alguna, ha sido la Ñuke Mapu (Madre tierra en chedungun), y sino me creen revisemos algunos sucesos que han dejado en ella cicatrices imborrables.
En primer lugar, nombrar la construcción de la represa Ralco que silencio al emblemático rio Bio-Bio;
El proyecto transnacional Pascualama, que amenaza el principal elemento vital con el que cuenta los pobladores de la localidad, el agua;
La privatización del mar austral a causa de la negligencia de las salmoneras en la zona sur de nuestro país;
Y quizás el mayor peligro que corre la madre tierra es la construcción de las 5 represas que tiene contemplado construir hidroaysen en la Patagonia chilena.
Al analizar los efectos de estos proyectos lo primero que se nos viene a la cabeza es la biodiversidad presente en los ecosistemas que se verá afectada, es decir, la pérdida del hábitat del zorro, el puma, la tonina chilena, el chungungo, el cóndor.
Hoy 22 de abril es el día internacional de la tierra y quizás sea el momento de ponerse a pensar que estoy haciendo por proteger, conservar el patio donde jugaran nuestros hijos.
Luis García Oteiza.